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Tráfico ilegal de especies: sin compradores no habría venta… ni muerte

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El 10 de abril de 2022 los medios se hacían eco de la incautación del mayor hallazgo de animales disecados protegidos de España y uno de los más grandes de Europa:

  • En una nave de más de 50.000 metros cuadrados en Bétera (Valencia) los agentes del SEPRONA de la Guardia Civil hallaron unos 1.900 animales disecados.
  • Del total, 405 pertenecían a la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES). Encontraron incluso animales extintos como el oryx dammah, o prácticamente extintos, como el addax o el tigre de bengala.
  • Había cuerpos disecados de otros animales también protegidos, como el leopardo, el lince, el guepardo, la pantera de las nieves, el oso polar, el león o el rinoceronte blanco, además de 198 grandes colmillos de marfil de elefantes y taburetes hechos con patas de este animal.

Aparte del evidente atentado contra los propios animales y la protección de sus especies, y el incumplimiento de la ley, noticias como esta suscitan una pregunta… ¿Qué mueve al comprador de estos cadáveres? ¿Qué busca quien, con su adquisición, sustenta esta grave e ilegal actividad?

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No son invasores

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Es evidente que la globalización facilita que especies de flora y fauna sean transportadas de unos lugares a otros del mundo, llegando a ecosistemas en los que, simplemente, como todo ser vivo, luchan por sobrevivir.

Sin embargo, gran parte del problema de la presencia de animales en ecosistemas que no les corresponden es causado por el capricho humano y por la permisividad de la legislación y las administraciones públicas. Hasta que finalmente ese capricho tiene serias y negativas consecuencias para la protección de otros animales y la biodiversidad: entonces la solución es, sencillamente, su sacrificio, catalogado bajo el título de “especies invasoras”.

Verdaderamente “invasor” es un adjetivo con el que de forma injusta se criminaliza a estos animales, presentados en campañas públicas como cuasidelincuentes.

En su lugar, deberíamos hablar de “víctimas”.

Y es que si cada animal estuviera en su sitio, allá de donde en realidad nunca quiso salir, no harían falta catálogos… ni sacrificios.

¿Invasor o víctima