Sin entrar en cuestiones sociológicas o psicológicas, sobre las que no corresponde a juristas opinar, desde la apertura de ANIMALEX en 2012, más que clientes que humanicen a los animales con los que conviven, durante estos años lo que hemos observado en el despacho es que las personas desarrollan unos lazos afectivos cada vez más fuertes por sus animales y esto les hace ser cada vez más reivindicativas con respecto a sus derechos, por ejemplo, frente a negligencias, limitaciones a la hora de poder moverse o de accesibilidad, y también respecto a que quieren seguir manteniendo el vínculo con ellos cuando tienen situaciones de conflicto en un contexto doméstico.
Desde el punto de vista jurídico, los animales deben ser atendidos por ley según las necesidades físicas y de comportamiento propias de su especie y raza. Dentro de eso habrá actitudes o maneras de trato hacia el animal que quizás alguien califique como “humanizadoras”. En la medida en que sean inocuas para él y no le estén suponiendo forzar un comportamiento antinatural o reprimir un comportamiento que necesita desarrollar por instinto no habría vulneración de ninguna norma ni, en principio, con la ley en la mano, ningún tipo de maltrato.
En todo caso, es para reflexionar por qué preocupa tanto que haya personas que consideren a sus animales “como hijos” y no que sigan existiendo tantísimos perros encadenados o encerrados permanente en fincas, animales abandonados condenados a malvivir en centros, tantísimos otros explotados para su cría… Esto SÍ es maltrato, y pocos gritos se ponen en el cielo.
Sobre esta cuestión, entrevista en DEIA (22-09-2024)